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Fallo de la Corte Suprema: Sí, la Corte Suprema acertó

El deterioro mental de Joe Biden afecta a las sesiones informativas presidenciales. La Corte Suprema otorga inmunidad a los presidentes por actos oficiales para evitar obstáculos legales.

El 1 de julio de 2024, la Corte Suprema tomó una decisión importante sobre la inmunidad presidencial para actos oficiales, basándose en el precedente sentado en Nixon contra Fitzgerald. Este fallo no sólo solidifica la inmunidad para actos oficiales claramente definidos, sino que también extiende la presunta inmunidad para acciones oficiales potencialmente cuestionables. Si bien la inmunidad presidencial se establecía anteriormente en contextos civiles, esta decisión marca una notable expansión del procesamiento penal por actos oficiales.

En el actual entorno políticamente cargado de Estados Unidos, las acusaciones e investigaciones han proliferado a lo largo de los últimos ciclos electorales, a menudo impulsadas por desacuerdos políticos más que por claras violaciones legales. En tal clima, es crucial que un presidente pueda desempeñar sus funciones sin constantes amenazas legales que se ciernen sobre él.

Para que la presidencia funcione efectivamente como una rama del gobierno separada pero igual, es imperativo que el presidente no esté constantemente empantanado en batallas legales defendiendo cada acto oficial. Si un presidente pudiera ser considerado civil o penalmente responsable por acciones realizadas en su capacidad oficial, limitaría gravemente la independencia del Poder Ejecutivo. Básicamente, esto reduciría al presidente a un mero servidor del Congreso o de los tribunales de distrito, un escenario claramente no previsto por los redactores de la Constitución.

Los jueces Sotomayor, Kagan y Jackson discreparon, argumentando que este fallo coloca al presidente por encima de la ley. Sin embargo, este argumento es irónico considerando el importante grado de inmunidad judicial del que disfruta la propia Corte Suprema. Si bien la inmunidad judicial difiere en alcance y naturaleza de la inmunidad presidencial, es un concepto bien establecido que impide que la Corte sea considerada responsable por sobrepasar sus límites en sus deberes legislativos.

Sin esta decisión, un presidente que opera en un entorno políticamente volátil cuestionaría constantemente sus acciones por temor a futuras repercusiones legales. Esta vacilación podría obstaculizar la acción ejecutiva e impedir una gobernanza eficaz. Además, los presidentes que sobreviven a su mandato pueden correr el riesgo de ser procesados ​​por acciones que alguna vez se consideraron apropiadas pero que luego se consideran inapropiadas debido al cambio de las normas sociales.

La Constitución ya proporciona mecanismos para abordar la mala conducta presidencial, como el proceso de impeachment y la capacidad de la Corte Suprema para declarar acciones inconstitucionales. Por tanto, el argumento de que un presidente está "por encima de la ley" es engañoso. El fallo en Trump v. Estados Unidos no sólo fue apropiado sino necesario para garantizar que el presidente pueda cumplir con sus deberes sin obstáculos legales innecesarios.

En conclusión, la decisión de la Corte Suprema en Trump v. Estados Unidos sostiene el equilibrio de poder previsto por los redactores de la Constitución al afirmar la inmunidad presidencial para actos oficiales. Este fallo es crucial en el clima político actual, donde la militarización del sistema judicial con fines políticos subraya la necesidad de directrices claras sobre la inmunidad presidencial. Al permitir que el presidente lleve a cabo sus funciones sin amenazas legales constantes, la Corte Suprema ha preservado la funcionalidad del Poder Ejecutivo al tiempo que garantiza la rendición de cuentas a través de los mecanismos existentes para abordar la mala conducta presidencial.

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